El recién pasado año 2005 me dejó sin dos abuelos y una tía abuela, dos de los cuales murieron entre pascua y año nuevo. Entre tanta tristeza, escribir algo se hacía cada vez más difícil. Especialmente porque con tanta muerte, no se puede evitar pensar acerca de la manera en que la propia vida se ha llevado hasta el momento.
Tengo 28 años, vivo aún con subsidio paterno porque soy incapaz de mantener un trabajo por más de 6 meses (mi record), estoy soltera mientras todo el mundo está emparejado y mi lista de posesiones se reduce a un montón de papeles, un video y un DVD. Todo mal. Mis amigos más “adultos”, a quienes –al menos yo creía –la vida les resultaba, al parecer está no resultándoles; ya no existen las raves de euphoria ni el tecnocafeteando arriba del Cine Arte Alameda; ya nadie habla de las pelis que fue a ver al Normandie; ya no importa tanto si gana Bachelet o Piñera, porque hay que decirlo, si Bachelet gana no volvemos a la UP y si Piñera gana tampoco volveran los militares a poder; simplemente porque el mundo ha cambiado y entre tanto cambio yo me quedé atrás, suspendida en el tiempo.
Ya no fui famosa, ya no hice un road trip con mis amigas, ya no pasé un verano entero persiguiendo fiestas a lo largo de Chile y a pesar de que ninguno de estos sueños se concretó, no me siento ni triste, ni fracasada…sólo nostálgica, igual que cuando terminó Buffy. Es como si el mundo me gritara “¡Crece, por favor!” y yo hubiera hecho oídos sordos todo este tiempo…hasta ahora.
Caramba que cuesta vivir. De hecho, eso fue lo último que me dijo mi abuela antes de morir, que es generalmente el momento en que todo se ve más claro que nunca, el momento en el que finalmente uno ve el tablero de ajedrez en donde juega Dios, cuando uno finalmente comprende la bendita Matrix en la que estamos insertos.
Este año no hice regalos de ninguna especie en navidad, ni mandé saludos de año nuevo, pero si pedí por todos los deseos de mis amigos, para que la vida no les sea tan difícil y al final de todo se sientan satisfechos con los resultados de sus vidas.
Feliz año 2006.
Tengo 28 años, vivo aún con subsidio paterno porque soy incapaz de mantener un trabajo por más de 6 meses (mi record), estoy soltera mientras todo el mundo está emparejado y mi lista de posesiones se reduce a un montón de papeles, un video y un DVD. Todo mal. Mis amigos más “adultos”, a quienes –al menos yo creía –la vida les resultaba, al parecer está no resultándoles; ya no existen las raves de euphoria ni el tecnocafeteando arriba del Cine Arte Alameda; ya nadie habla de las pelis que fue a ver al Normandie; ya no importa tanto si gana Bachelet o Piñera, porque hay que decirlo, si Bachelet gana no volvemos a la UP y si Piñera gana tampoco volveran los militares a poder; simplemente porque el mundo ha cambiado y entre tanto cambio yo me quedé atrás, suspendida en el tiempo.
Ya no fui famosa, ya no hice un road trip con mis amigas, ya no pasé un verano entero persiguiendo fiestas a lo largo de Chile y a pesar de que ninguno de estos sueños se concretó, no me siento ni triste, ni fracasada…sólo nostálgica, igual que cuando terminó Buffy. Es como si el mundo me gritara “¡Crece, por favor!” y yo hubiera hecho oídos sordos todo este tiempo…hasta ahora.
Caramba que cuesta vivir. De hecho, eso fue lo último que me dijo mi abuela antes de morir, que es generalmente el momento en que todo se ve más claro que nunca, el momento en el que finalmente uno ve el tablero de ajedrez en donde juega Dios, cuando uno finalmente comprende la bendita Matrix en la que estamos insertos.
Este año no hice regalos de ninguna especie en navidad, ni mandé saludos de año nuevo, pero si pedí por todos los deseos de mis amigos, para que la vida no les sea tan difícil y al final de todo se sientan satisfechos con los resultados de sus vidas.
Feliz año 2006.